EL PODER DEL LIBRO.



Parece que Internet no va a acabar con los libros tal como predecían algunos gurús de un modo simplista hace años. Es más, puede que se editen ahora más libros que nunca antes en la historia editorial. Pero si es seguro que Internet reconfigura el papel histórico de los libros tradicionales (en papel) como referencia básica (y casi exclusiva) para todos aquellos que deseen acceder a información y conocimiento. Los “ilustrados digitales” preferirán un libro sobre fuentes digitales sólo si ofrece algo especial, desde el placer de la lectura en papel a la estética pasando por los contenidos. Por supuesto, aún queda una mayoría de la población que siente Internet como algo extraño y sigue dependiendo de los libros como su referencia casi exclusiva. Además, estamos hablando de no ficción; en la ficción el cambio es hasta el momento mucho menor y el futuro menos predecible (los factores estético, sentimental y ergonómico juegan un papel mucho más importante y por ahora los medios digitales no han logrado superar la “experiencia del papel”).

Camino a Casa celestial


LOS SENDEROS VAGABUNDOS

LOS SENDEROS VAGABUNDOS
(Fragmento)

Por Jorge Luís Falcón Arévalo

El alma al entrar en contacto con el cuerpo se convierte en un cadáver vagabundo.
Este cadáver tiene los rostros de las bestias.
Este es el cadáver errante.
El destino de la bestia es tratar de alcanzar su liberación.
Fundida en el cuerpo físico, esta bestia está en condiciones de cometer toda clase de delitos y actos aborrecibles, de crímenes y acciones deleznables.
La mujer colocada a nuestro lado no es lo que uno cree. Nosotros los hombres no somos tampoco lo que ella piensa.
Nosotros no somos lo que la apariencia nos muestra.
La realidad no es la realidad.
La realidad no se encuentra aquí.
Uno para el otro, los seres humanos somos totalmente extraños.
Nosotros no podemos captar la realidad porque ella llega a nosotros como una falsa huella.
La realidad está en el futuro ó en el pasado, nunca en el presente.
Nosotros nos encontramos en un sitió que ya pasó.
La realidad es un reflejo de algo que para nosotros no puede suceder y que nunca ha sucedido.

La vida nos envía señales constantemente.
Estas señales son siempre diferentes: ciertas señales son, a la vez, ciertas e inciertas; "reales" "aquí" pero falsas allá, ahora.
También son "reales" "allá" y "falsas" "aquí", ahora.
Imaginémonos las posibles e imposibles combinaciones de todo eso que denominamos los tres aspectos de eso que suponemos tiempo; es decir, presente, pasado y futuro.


El tiempo no existe.
El tiempo es una contínua sucesión de experiencias.
El tiempo es una sucesión de errores (no aciertos) y experiencias interminables.
Los errores (no aciertos) son la escuela básica de todos.
Para muchos, esta escuela es eterna.
Nosotros medimos las experiencias con el propósito de darles un lugar de mayor o menor relevancia y valor.
Nosotros somos la sustancia de ese río que transcurre interminablemente.
Este río, esta gran corriente, se llama vida.
El principio no existe.
Tampoco existe el fin.

La vida no posee ni principio ni fin.
La vida es un eco.
Aunque tratemos de escuchar la voz del eco, no lo entenderemos jamás.
El hecho que caracteriza a la vida es el dolor.
Aquel ser que pueda liberarse del dolor incursiona en las proximidades de la sabiduría.
Lo que el sabio anhela es poder llegar a ser.
Ser es mejor que saber.
Muy pocos son aquellos que llegan a las tierras del ser.
Aquel que es víctima del dolor no sabe.
Aquel que no sabe no puede llegar a ser.
Aquel que no puede llegar a ser es como el eco solitario de una voz perdida en la soledad de las muchedumbres.
La soledad es la invasión de la luz por lo que entendemos su opuesto.
Cuál es lo opuesto de la luz, entonces?
Definitivamente no es la oscuridad.
La luz proviene de las tinieblas.

El bien nace del mal.
El mal se crea en la cuna del bien.
Ningún movimiento es constante en la vida.
La creación es una invención del bien pero, para empezar su movimiento, usa también algunas formas del mal.
El bien es aparente.
El mal es aparente.
Cada espectador de las dos orillas del río entiende las cosas de distinta manera.
El mundo, como todos los mundos, como todos los universos, es mágico.
El bien es la comprensión exacta de ese mundo mágico.
El hombre y su trabajo deben entenderse desde la aventura de la conquista.
La mujer y su trabajo deben entenderse desde el momento en que la pacificación de la conquista se inicia.
Al instante de penetrar, el conquistador pierde una parte vital de su fuerza y queda expuesto a la transformación.
La mujer transforma al hombre al dejarle conquistarla.
El hombre transforma a la mujer al instante de creer haberla conquistado.
Cómo se produce la transformación?
El conquistador deja en el sujeto conquistado una parte buena de sí, pero también deja una gran porción de maldad.
El sujeto conquistado pierde una buena parte de sí al ceder una gran porción de su integridad, pero obtiene una parte mala del sujeto conquistador al ser violentado.
La parte violentada produce un cambio – no importa el tiempo que lleve – en el sujeto violentador.

El bien trabaja continuamente en la vida.
El trabajo del bien, por no producir recompensas materiales "reales", desgasta.
El trabajo del mal deviene rutinario y genera recompensas rutinarias que se acomodan en los nichos de la seguridad "real".
El trabajo del bien se mueve en las tierras paradisíacas de la imaginación.
El arte se produce en la imaginación.
La fuerza energética de la imaginación mueve montañas, cambia el curso de la vida, erige las catedrales eternas del ser.
La fuerza disgregadora del mal es envejecida por la rutina y se ve impedida de mover el sendero de los vientos, la dirección de la luz y el milagro de la creación.
El mal crea cosas muertas.
El mal se asienta en la energía sub-eléctrica del terror: hipnotiza e inmoviliza.
El mal se mueve en la cadena de acontecimientos largos y dolorosos.
El bien se cultiva en la forma incansable de la esperanza, de lo increíble y de lo imposible. En esta fuente se crean los portentos que ningún otro tipo de fenómeno puede opacar o vencer.
Su fuerza se obtiene en la conjunción de imperfecciones que han continuado fracasando una y otra vez pero que en el punto menos esperado de las imposibilidades irrumpe con los fulgores del esplendor y produce entonces los milagros y las maravillas.

Todo cambia.
Todo se transforma.
Todo cambio se manifiesta en la presencia bienhechora de la luz.
Todo cambio se manifiesta en la presencia destructora del mal.
La luz emerge de las tinieblas.
Las tinieblas emergen de la luz.

En los sueños creados por nosotros existe una inconmensurable variedad de formas con cualidades dramáticas, cómicas, pornográficas, trágicas, eróticas, épicas, pasionales, absurdas, extrañas, religiosas. Lúdicas. Estas formas son infinitas.
Los sueños siempre han contenido una expresión que al manifestarse salta todas las fronteras.
En el sueño se expresan libremente la poesía, la belleza, lo divinal, lo grotesco, la armonía, la fealdad, lo diabólico, lo simétrico, lo abominable, lo detestable, lo execrable, lo mágico, lo vituperable, lo terrible, lo maldito, lo aborrecible, lo piadoso, lo bondadoso, lo agradable, lo penitente, lo admirable. lo indulgente, lo bestial, lo secreto y lo dulce.
En el sueño, como en cualquiera de los sueños individuales de cualquier ser del universo, como en el instante mismo de la creación, está contenido en todo el germen de lo primordial.
Todos los sueños inmiscuidos en el espacio psicológico de la creación, recrean el momento del primer instante, pues han heredado esa facultad y no pueden deshacerse de ella.
En la práctica del sueño, los seres humanos creamos de distinta manera del que (de la que) lo hizo todo.

Dios hace.
En el sueño, la irreductible mayoría, ejerce un reflejo del verdadero hacer.
Dios crea lo fantástico, lo que nadie puede hacer, los planetas, los soles, los sistemas de cuerpos celestes con todas sus perfectas leyes de funcionamiento, las galaxias, las meta-galaxias, las estrellas enanas, los quásares, los hoyos negros, las estrellas dobles y todo lo que todavía no conocemos.
Nosotros, los herederos huérfanos de Dios, creamos historias incompletas, sucesos fenecibles, nuestros mismos sueños imperfectos.
El sueño de Dios no tiene confines, ni marcas, ni límites; el sueño de Dios no acaba nunca.
En el sueño de nosotros, por el contrario, se repite la obra del que (de la que) lo hizo todo.
Cuando nuestro sueño concluye, concluye también nuestro instante de creación.
El sueño del que (de la que) lo hace todo no concluye jamás.
El (Ella) nos sueña a nosotros y, por consiguiente, sueña también nuestros sueños.
Hay muchos sueños:
El sueño del niño y el sueño de la niña, los sueños de los adolescentes, los sueños de los jóvenes, los sueños de la mujer y los sueños del hombre, los sueños de los ancianos.
Los sueños difieren en relación a quien los sueña.
Al final de todo se encuentra el sueño del sueño. Este sueño es el del ser humano.
El sueño que revela más cosas es el sueño de los ancianos.
El sueño que se encuentra más cercano al manantial de la creación es el sueño virgen del niño que habita en el espacio del día uno y los siete años.
Existen, también, los sueños de los enajenados.
Estos sueños son las pesadillas "reales".
Los que son apresados por estos sueños cometen crímenes horrendos.
Los sueños de los sabios provienen de las energías cercanas a las fuentes creativas del (de la) que nos sueña y sueña a través de nosotros nuestros sueños.